Una opinión impopular:
Los médicos son personas, se equivocan y no es a propósito.
CARTA DE UNA DOCTORA.
Soy médico joven y
trabajo en un hospital público. Mi horario es hasta el mediodía, pero en
general me quedo hasta las tres o cuatro de la tarde, por si las moscas.
Un día fui a almorzar, alrededor de 45 minutos y al volver a la sala (sin delantal, lo dejo guardado cuando como) escucho a una persona “pelándome” porque no estaba presente cuando ella quería que yo estuviera. En muchas ocasiones, cuando los pacientes o familiares nos buscan, o estamos con otro paciente o resolviendo un problema administrativo o comiendo (si, también comemos).
Recuerdo además una vez que, de tanto ir al hospital con amigdalitis (para no dejar solos a mis pacientes) me dio una neumonía. Por supuesto, esto causó la rabia generalizada de los pacientes con horas agendadas, quienes no podían entender que yo no apareciera y estuviera tres días con licencia (no quise tomarme más, para no dejar a nadie sin atención). Es la ironía del médico que no se puede enfermar.
Un día fui a almorzar, alrededor de 45 minutos y al volver a la sala (sin delantal, lo dejo guardado cuando como) escucho a una persona “pelándome” porque no estaba presente cuando ella quería que yo estuviera. En muchas ocasiones, cuando los pacientes o familiares nos buscan, o estamos con otro paciente o resolviendo un problema administrativo o comiendo (si, también comemos).
Recuerdo además una vez que, de tanto ir al hospital con amigdalitis (para no dejar solos a mis pacientes) me dio una neumonía. Por supuesto, esto causó la rabia generalizada de los pacientes con horas agendadas, quienes no podían entender que yo no apareciera y estuviera tres días con licencia (no quise tomarme más, para no dejar a nadie sin atención). Es la ironía del médico que no se puede enfermar.
Al aparente requisito de vivir sin comer ni enfermarse (ni dormir, parece), se agregan dos características de nuestra profesión sumamente desconcertantes para los pacientes:
La primera es que en medicina barajamos probabilidades (no certezas) y, a veces, nos equivocamos. Sí, así como leen, los médicos, como todo ser humano, nos equivocamos. Esto último no significa ser negligente, o sea, no es que pasamos por alto el gran signo PARE tatuado en la frente del paciente; a veces las probabilidades son más a favor de la enfermedad A y no de la B…. pero igualmente la B era la correcta.
Es como cuando gana el equipo chico de futbol; nadie pensó que iba ganarle al Colo-Colo o a la U. Usted apostó que así no pasaría y, a veces, sí pasa.
La segunda, es que nadie quiere ir al médico. Nadie quiere estar enfermo, pensar en una vida sin salud y menos sentir que gastó dinero en algo tan negativo como tomar un montón de pastillas. La visita al médico es algo que (hasta los médicos) preferimos no recordar; claramente prefiero gastar mucha plata en unas vacaciones que en pagar una operación. En un caso pago por disfrutar, en el otro por algo que preferiría no tener que sobrellevar.
Todo esto hace que las personas no relacionadas con el ámbito médico miren a los profesionales de la salud con cierto recelo natural, pero algo ha sucedido que ha convertido ese recelo en rabia. Las personas han traspasado sus frustraciones desde el sistema de salud (falta de acceso, de medicamentos, de pabellones) a los médicos, que no pueden sino atender a un máximo de pacientes día, recetar los fármacos que hay disponibles en farmacia y no tienen cómo construir pabellones.
A eso se suma que últimamente han salido a la luz toneladas de artículos sobre posibles negligencias y, las personas, sin tener los conocimiento técnicos o a veces sólo porque les cuentan un lado de la historia, saltan al cuello de ese ser humano médico, al que no conocen y que, claro, se equivocó. Si se equivocó negligentemente queda para discusiones caso a caso, pero la cosa es que se equivocó.
Esto ha sido tan frecuente que me da un poco de angustia pensar ¿Y si yo me equivoco? Si yo, luego de pasar horas estudiando en mis ratos libres, regalando mi tiempo en el hospital, eligiendo ser parte de la salud pública del país, me equivoco ¿Me preguntarán el por qué de mi error o me juzgarán sin conocerme? Y si en el futuro, por razones económicas (los médicos tenemos hijos a quienes alimentar, familia a la que cuidar, deudas que saldar) me equivoco (horror) en una consulta privada, algo casi tabú ¿Podré sobrevivir al escarnio público de los seres anónimos de las redes sociales?
Por último y sólo para la reflexión: si usted piensa que un médico gana millones (algunos si, son los menos) y por eso se merece todo lo ya discutido, imagine cuanto gana un gerente de una minera o un ingeniero en un banco ¿Sabe usted que los médicos estudian hasta 12 años para atenderlo? ¿Quién le parece que tiene más responsabilidades, el médico o el ingeniero bancario? ¿Será justo descargar toda nuestra ira contra una persona, por la posibilidad de que, tal vez, gane un sueldo abundante?
POR FAVOR:
1. REFLEXIONEN
2. COMPARTAN
Gracias
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